«Las luminarias son una tradición correntina que acompaña a las celebraciones por el milagro de la cruz, cada 3 de mayo. En la víspera comienzan a acercarse distintas imágenes de santos y vírgenes a la Iglesia de la Cruz; antes en peregrinación, ahora en visita fugaz.
«Vienen los santos de todas las iglesias y antes venían de los pueblos también», cuenta un almacenero del barrio Camba Cuá, mientras prende cinco velas en la vereda de su negocio. «Como antes no había luz, se les prendían velas para iluminarle el camino a los peregrinos», explica, y su hija a un lado agrega: «Hay que recordar que Corrientes tiene más de cuatrocientos años».
Y sí, la tradición es tan antigua como la ciudad misma, como el mito mismo de la cruz milagrosa, el leño ignífugo, el castigo al impío indio y el nacimiento de la urbe civilizada en el Taragüí.
«Hasta hace unos veinte o treinta años todavía se veían todas las calles iluminadas, ahora se está perdiendo mucho» se lamenta la hija del almacenero. Es que, a diferencia del mítico trabuconazo devenido en rayo divino, la tradición de las luminarias tenía un fin netamente práctico: iluminar las calles. La modernidad atentó en contra de la tradición, independientemente de la celebración a la que se ajusta. Pero no está perdida del todo, como se ve.
Mientras, en la iglesia de la Cruz hay misa, celebración y festival. Los fieles se acercan a venerar a la galería de santos que vienen a visitar el templo en ocasión de la fiesta tetracentenaria. Allí hay vigilia, oración y también algarabía; fiesta popular.
Las velas o luminarias se empiezan a prender al atardecer del día 2. Ya poco conservan su función ancestral de iluminar los caminos. O no. Quizás, en la fe o en la tradición, muchas almas se verán iluminadas mientras se mantenga viva la memoria y ciertos rituales que, a pesar de su estricta ligazón con la religión católica, también forman parte de la historia y la identidad de un pueblo».