Bajo el cielo del inquieto Berlín por Sergi Bellver

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En la película El cielo sobre Berlín (1987), de Wim Wenders, dos ángeles tratan de aliviar a los humanos del peso de la existencia, aun sin poder interferir en ella. Así, como un susurro suspendido en el aire, al caminar por las calles de la capital alemana he percibido siempre una llamada a la escritura y un aliento de libertad, pero no con el consejo de seres celestiales de por medio, sino por los diálogos, silencios y gestos de todas las personas que viven, trabajan y sueñan bajo el cielo de Berlín. Cada viajero llegará con su mirada personal, tendrá una noción distinta de la experiencia y puede que no termine de conectar con el carácter de la ciudad, pero en mi caso puedo decir que es de las pocas que, ya desde mi primera visita, me cambió de veras la vida.

A pesar de lidiar con los mismos males que sufren otras grandes urbes europeas, Berlín sigue siendo un escenario inagotable para el descubrimiento y un vivero para la creatividad, por lo que da lo mismo llegar con un plan trazado al detalle que dejarse llevar por la improvisación y lo inesperado, pues sus contrastes nunca dejan de enriquecer cualquier viaje. Su apabullante patrimonio artístico y cultural convive con la efervescencia de los nuevos espacios alternativos, el pulso de la metrópoli vibra entre la paz absoluta de sus extensas áreas verdes y la sociedad berlinesa revive y se reinventa una y otra vez, como ha hecho siempre, sobre las cicatrices de su compleja historia.

Sí, en varios distritos quedan rastros de ese pasado en forma de muro, memorial o ruina, pues Berlín no esconde la realidad bajo la alfombra y ha sabido encarar a sus demonios para superarlos, pero la ciudad mira decididamente al futuro y tiene mucho que ofrecer a casi cualquier tipo de viajero. El paseante y el ciclista disfrutarán por los senderos y pistas de sus densas arboledas, el sibarita tendrá para elegir entre lujos varios, el vegano se sentirá por fin en su salsa, el melómano se frotará las manos por la oferta lírica de la ciudad, el adicto al arte se pasmará ante las maravillas de algunos de los mejores museos del mundo, el juerguista quemará la noche en las catedrales europeas de la música electrónica y aún quedarán otras mil caras de Berlín para otros tantos viajeros diversos.

Y en cada una de ellas, siempre, el mayor activo de la ciudad, los berlineses, sin los que la capital alemana cedería del todo ante la gentrificación y sería poco más que un vasto parque temático, pero no la ciudad abierta, intensa y maleable en la que conviven y a veces se diluyen clases sociales, acentos y comunidades, cada una con su carácter propio pero parte indispensable del cuadro general, un retablo humano del que anotar tonos, matices y pinceladas por los cafés, las galerías, los mercados o las cooperativas de toda la ciudad.

Entre mi primera y mi última estancia en Berlín, es decir, de las escaleras del U-Bahn en Schlesisches Tor por las que me sumergí en el Kreuzberg al edificio junto al estanque de Halensee donde escribí algunas escenas de mi novela, han pasado dos décadas. Sin embargo, en cada regreso he tenido la misma sensación, tan grata como extraña, de que no iba a poder acabármela. De que la ciudad me ofrecía un bufé libre ideal para mi paladar vital y literario, pero demasiado abundante como para dar cuenta de él en un solo viaje. Por eso, además de volver cuando puedo a sus calles, museos y parques, ya sea en invierno, en primavera o en otoño, mi estación favorita, sé que un día u otro me quedaré a vivir una larga temporada a orillas del Spree. Que seré un vecino más en cualquier barrio y veré pasar entonces las estaciones por una de esas altas y blancas ventanas, tan genuinas del interiorismo doméstico alemán, mientras escribo otro cuaderno de viajes o mi siguiente novela, sintiéndome de nuevo libre y ligero bajo el cielo de Berlín.

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Sergi Bellver es un escritor nómada que firma el reportaje dedicado a Berlín del número de octubre de Viajes National Geographic que ya se encuentra en los quioscos y autor de la novela Del silencio, ambientada en la Europa de la Guerra Fría.