El hombre agradecido es quien deja la vida en paz por Marcelo NIETO

0
20

Las palabras de Fabriciano durante la inauguración de la Casa Museo –su hogar devenido museo-, dichas un jueves 20 de abril a las 21.30, en esa “casa familiar de escultor” que se abría a la comunidad; la casa de sus padres, Dora y Emelino Gómez que era obsequiada en ese momento importante de su vida a su entrañable Resistencia …

 

Las palabras de Fabriciano, aquella noche de abril, anticipaba un temprano y majestuoso epílogo de su vida, y en primera persona:

 

Confieso que la vida ha sido buena conmigo.

 

Confieso que me ha dado mucho más de lo que alguna vez imaginé.

 

¿Es un acto de soberbia decir que me siento un privilegiado?

 

Tal vez.

 

La vida ha sido buena conmigo. A pesar del dolor, que lo conozco muy bien, a pesar de la cruz que cada uno carga lo mejor que puede, la vida ha transcurrido plena, intensa, hermosa.

 

¿Qué más alegrías podría buscar que las que me han tocado…?

 

¿Qué otro cariños o gestos que los que me han acariciado…?

 

Yo debo ser agradecido, generoso, como la vida ha sido conmigo.

 

Dicen que antes de la muerte se ve como en una película, como en una ráfaga de luz toda la vida, la vida entera

 

Y qué vería yo, me pregunto?

 

Seguramente los momentos inocentes de la infancia

 

Los momentos felices con mi madre, mi padre y hermanos, mis amigos

 

Vería la juventud con sus arrebatos y osadías

 

Vería a todos esos seres que marcaron mi camino, que me ayudaron a realizar mis sueños, a levantarme de las caídas

 

Vería complacido mi carrera artística, la docencia a la que me entregué entero, el mandato honroso de ser embajador de mi tierra; y cómo no ver esos momentos culminantes obteniendo premios en los extremos del mundo…

 

Vería el arte -que fue un don mayor- llenándome de plenitud y trascendencia

 

Vería aquel primer concurso en madera, haciendo rodar los troncos de urunday al centro de la plaza

 

Vería las postales de las bienales de escultura del Chaco, con mi pueblo querido mezclado entre obras de arte que se gestan

 

Vería el tiempo, hábil escultor, tallando sus surcos en mi rostro

 

Vería otra vez a los amigos, a mi amada Dorita, a esta casa que me vio nacer -porque en esta casa nací yo- y aunque ya no están los rosales que por acá crecían y los pisos de ladrillos, es la misma casa que conserva los hitos de mi vida y mi arte.

 

Y que hoy les dejo

 

Sintiendo que esta resolución sopesada, madurada, es coherente y fiel con mi identidad, con el amor que siento por mi pueblo,

 

con mi creencia de que el arte apiada al corazón duro, ennoblece el alma, enriquece la vida, libera a los pueblos.

Contenidos: Virgina Quirelli