Hormigas: la vida secreta de una fantástica red social

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Se les cuelga el sanbenito de lentas, pero algunas especies como las de plata saharianas –cataglyphis bombycina-, aceleran a 85 centímetros por segundo. Tienen fama de laboriosas abnegadas, pero pueden dormir a intervalos unas cinco horas al día, descanso que, por su tamaño, no está nada mal. En contra de lo que se cree, no todas las especies son terrestres: las hay que sobreviven en el agua, flotando varios días o agrupándose para construir balsas y poder viajar campantes de un lado a otro. No necesitan presentación: las encontramos sin buscarlas, se nos acoplan como compañeras de piso gracias a un tarro de mermelada mal cerrado, a esas migas de pan que un chavalito esparció, o a esa angosta grieta en el balcón que nunca nos dimos cuenta de que era un desfiladero, un bulevar hacia el gran guateque doméstico.

Hay hormigas por todas partes. Un total de 13.500 especies, de las cuales unas 300 pueden encontrarse en España. Habitan en cualquier lugar, menos en la Antártida, y para hacernos una idea de su espacio real en el mundo, pensemos que su masa en el planeta es similar a la masa de la especie humana. Son tan sociables y expansivas que cuando llegan lo hacen danzando y a cientos, miles, millones. De hecho, en cada colonia cohabitan entre dos y 20 millones de hormigas bajo un matriarcado en un ejemplar entramado de convivencia y división del trabajo.

Observar su comportamiento colaborativo en la naturaleza es un espectáculo y entre paredes también nos fascinan, aunque quizás no tanto. El científico suizo Laurent Keller, insigne mirmecólogo, conocido como “el señor hormiga”, fue el primero en detectar el carácter genético de su sociabilidad: las hormigas se ayudan, se cuidan, se protegen, pueden resolver problemas procesando en grupo la información e incluso son capaces de fabricar medicamentos porque están programadas para ello. Gracias a este carácter comunitario asociado a sus genes, llevan en la Tierra más de cien millones de años y han sobrevivido a cataclismos y glaciaciones sin inmutarse ni modificarse: están adaptadísimas. Comparadas con otros insectos, tienen una vida extra larga: una hormiga obrera vive entre uno y dos años pero las reinas, que nunca salen de la colonia y se ganan el puesto a pulso, pueden llegar a vivir entre 10 y 15 años.

Cumplen su papel en los ecosistemas con esmero. Además de ser pasto de otros insectos y reptiles, son polinizadoras, ya que aunque las semillas que recogen son para alimento, no todo llega al nido y se dispersa en algún tramo. Pero el papel más sorprendente es el que ejercen como guardianas de las llamadas plantas mirmecófilas. Producen un néctar o un fruto tan riquísimo que quieren protegerlo a toda costa, y ven que la mejor manera para hacerlo es aliarse con un ejército de hormigas. Ellas se atrincheran allí, unidas para impedir el paso de cualquier invasor. Además se comportan como unas grandes limpiadoras carroñeras, trabajando fino cuando se trata de retirar cadáveres de insectos sin dejar rastro, como podéis ver en esta imagen

Sin las hormigas se produciría un caos medioambiental. Y tengamos muy claro, dice Keller, que sobrevivieron a los dinosaurios y, por supuesto, sobrevivirán a los humanos.

Feliz agosto, felices hormigas