Alemania fue dividida, después de la 2da guerra mundial, de un lado el capitalismo y del otro el comunismo. El capitalismo al ser próspero y democrático, era antagónico con el adoctrinamiento, tortura y promesas nunca cumplidas del comunismo, la gente empezó a emigrar masivamente al capitalismo, donde LA DICTADURA DEL COMUNISMO construyó el MURO DE BERLIN para frenar el éxodo de gente, obligandola a estar encerradas y prohibirles de libertad.
El Nazismo y el Comunismo son lo peor que le pasó al mundo, el Nazismo fue desterrado del planeta, el Comunismo sigue haciendo desastres en el mundo.
EL MURO DE BERLIN fue derribado el 9 de Noviembre de 1989, después de 29 años se encontraron amigos, familias.
Andrea, que en ese entonces tenía solamente 13 años, recuerda que luego de escuchar la noticia de la caída del Muro de Berlín, le surgieron unas ganas incontrolables de tomar un tren con destino a la capital alemana para vivir ese momento histórico. «Era muy joven y tenía un espíritu libre y revolucionario», explica con emoción.
El muro de la vergüenza, como se le conocía en gran parte de Occidente, o de protección antifascista, como lo llamaba el gobierno de la República Democrática Alemana (RDA) fue posiblemente el símbolo más conocido de la división del país, que luego de su reunificación se ha convertido en el motor económico europeo.
Tras la II Guerra Mundial, Alemania y su capital, Berlín, quedaron divididas en cuatro zonas contraladas cada una por una de las potencias ganadoras de la contienda: la URSS, Reino Unido, Francia y Estados Unidos.
Más tarde, las potencias occidentales decidieron integrar sus respectivas zonas, y en 1949 nació, en el oeste, la República Federal de Alemania, mientras que en el este surgió la RDA, que más tarde iniciaría la construcción de un Muro en Berlín que dividió la ciudad en dos. Pero hoy, exactamente 30 años después de su caída, el impacto económico y social dejado por la división del país se subestima por completo. Y muchos alemanes sienten todavía la presencia de un muro invisible que según ellos, aún divide al país.
ALEMANES DE SEGUNDA CLASE
Más allá de las desigualdades económicas y sociales, Dalia Marin, profesora de economía en la Universidad de Múnich e investigadora del Centro de Investigación en Economía y Política (CEPR), habla de una diferencia «mental» entre los alemanes orientales y occidentales. «Los del Este muchas veces se sienten como ciudadanos de segunda clase», le dice a BBC Mundo.
«Después de la reunificación, Alemania Oriental perdió su competitividad en el mercado de exportaciones hacia países de Europa del Este, debido a las reformas realizadas por el gobierno de ese entonces que impuso salarios más altos, sin un incentivo para aumentar la productividad. Esto hizo que muchas empresas quebraran y como consecuencia los alemanes del Este sentían como que no tenían cabida en una economía de mercado». Según la economista, que vivió en Berlín tras la caída del Muro, los alemanes occidentales tampoco fueron particularmente amables con sus compatriotas del Este.
«Los trataban con inferioridad, se comportaban como imperialistas y los miraban de arriba a abajo porque los del Este no eran tan sofisticados como ellos».
Y 30 años después, muchos alemanes del este «parecen no haber superado ese sentimiento de impotencia y de desidia», explica Marin.
«NUNCA ME SENTÍ BIENVENIDO EN EL OESTE DE ALEMANIA»
Para Marin, la economía de las regiones que conforman el este del país está estancada desde hace aproximadamente 25 años. Entre 1991 y 1996, el ingreso per cápita en el este de Alemania aumentó del 42% al 67% de los ingresos de Alemania Occidental. Pero en los 20 años posteriores, esta cifra llegó solamente al 74%.
«El crecimiento que se vio al principio fue desencadenado por dos factores: primero el sector público en Alemania Oriental aumentó y llegó al mismo nivel que en Alemania Occidental y sus salarios también subieron exponencialmente; y segundo, toda la gente que abandonó el este. Ambas acciones empujaron hacia arriba el ingreso per cápita de la antigua RDA», explica la economista. Y en las calles de Dresde, la capital de Sajonia, se siente ese estancamiento.
Según el ranking de las empresas de capital abierto más grandes del mundo, publicado por la revista Forbes este año, 47 de las 50 mayores empresas alemanas tienen su sede en Alemania Occidental. Solamente tres de ellas se encuentran en el este; pero en Berlín, la capital.
Esta puede ser una de las razones por las que la población del oriente de Alemania parece estar en caída libre. De acuerdo con las cifras del Instituto de Investigaciones Económicas de Múnich, cerca de 13,6 millones de personas viven actualmente en el antiguo territorio de la República Democrática Alemana, la misma cantidad de habitantes que hace 114 años.
En aquel entonces, Alemania Occidental tenía 32,6 millones de personas, pero contrariamente al oriente del país, su población se ha más que duplicado y se estima que llegue a 68,3 millones a finales de este año.
«Mucha gente se va al oeste buscando mejores empleos. Aquí en el este hay mucho trabajo, pero la mayoría como plomeros, conductores de camiones, cocineros, etc., si quieres un buen trabajo como arquitecto o como periodista, tienes más oportunidades de conseguirlo en el oeste», asegura Danielle Schönfeld en un café en Dresde, una de las ciudades más importantes del este del país. Dresde es una de las pocas urbes en el este de Alemania cuya población sigue emigrando al Oeste, 30 años después de la caída del Muro.