De repente, un video de youtube se hace viral. Las redes sociales explotan, los noticieros de todo el mundo hablan la extravagancia.
El escenario es el fútbol inglés. Se enfrentan Aston Villa y Leeds United, en un partido de la segunda división. Un jugador del Aston Villa yace en la mitad de la cancha, parece lesionado. El Leeds tiene la pelota. Sus compañeros exigen al rival que la tire afuera para que lo atiendan, no ofrecen resistencia. Fuera de la nobleza y aprovechando la situación, el Leeds llega al gol. No hay festejo, la bronca estalla y la hostilidad reina en el ambiente. Entonces, en medio del caos, ocurre el milagro. El entrenador del equipo que se hizo con la ventaja fuera del honor, ordena a los suyos la inacción. Les ordena dejarse empatar, les ordena no moverse. El Aston Villa saca del medio, y avanza ante los jugadores de Leeds que pareen congelados en la imagen. Llegan al gol. Hay un ambiente rarísimo, no se suelen ver estas cosas en los templos del fútbol.
Don Marcelo Bielsa es un hombre hermético. Es difícil acceder a una exclusiva donde confiese, por ejemplo, sus gustos musicales o a través de qué dispositivo prefería escuchar música. Pese a esto, a juzgar por su filosofía y sus gustos futbolísticos, se podría intuir que hay un dispositivo que el hombre nunca usó. Habrá oído grandes operas reproduciendo conciertos en un tocadiscos de vinilo, o a través de un reproductor de cd, incluso en algún mp3, o directamente a través de Spotify. Pero, posiblemente, nunca haya rebobinado la cinta de un cassette. En los medios de comunicación circula una metáfora que versa sobre “hablar sin cassette”, como una remake de la frase popular “hablar sin pelos en la lengua” o “a calzón quitado”. Pero Marcelo Bielsa habla sin cassette directamente porque no lo tiene, quizás nunca lo tuvo.
No conoce los mensajes satánicos que, según el mito, se escuchan cuando se recorre de atrás hacia delante la cinta. Pero pertenece a un mundillo donde todos conocen y hablan la lengua del diablo, porque se formaron escuchando los mensajes satánicos en el revés del tape. Esta limitación lo lleva a obrar con la moral de bien en un escenario donde, paradójicamente, no está bien visto.
El fútbol tiene normas que todos conocen, pero no son las oficiales. Como esas oscuras historias de los casettes, hay un mensaje oculto. Lo que suena al reproducirse tradicionalmente, el fair-play y todo eso, es una máscara. La verdadera moral del fútbol está del otro lado, en el diablo que narra las normas cuando se rebobina la cinta. Todo el mundo lo sabe, le llaman “los códigos del fútbol”.
Lo que hizo el entrenador del Leeds en aquel partido lo revela fuera de ese código, a la vez que revela a todos los que en esas situaciones prefieren mirar para otro lado. La complicidad por omisión es una de las técnicas más recurrentes en los códigos del fútbol. En aquel partido, Bielsa expuso la hipocresía de un deporte que no deja de ser un reflejo de la sociedad. Pasó mucho tiempo desde que se usó a “El retrato de Dorian Grey” como prueba contra Oscar Wilde, para condenarlo por Sodomía; la pena a la sinceridad en un baile de máscaras, la incapacidad cultural para verse al espejo. Muchos años después el reino de su majestad demuestra que las huellas de la hipocresía proliferan en el deporte más popular del mundo, hijo de la misma cultura.
En esa misma temporada el entrenador del Leeds había demostrado que, pese a no conocerlos, él también es un fruto de los códigos del fútbol. Cuando envió a un colaborador suyo a espiar el entrenamiento del Derby Country. Frank Lampard, entrenador de ese quipo en aquel momento, dijo esto: «No enviaría una persona a espiar a mi rival. No me importa si es cultural. Si tengo posibilidades de viajar más adelante en mi carrera, entonces trataré de descubrir cuál es la manera de actual en el país que me toque y la respetaré. Creo que esa es una manera correcta de actuar, no sólo en el fútbol, sino en la vida». La ex estrella del Chelsea, de incipiente carrera como entrenador, olvidó que fue su propia cultura la que inventó el fútbol. Olvidó que en la filosofía su creación cultural hay muchos resabios de la hipocresía social que, por otro lado, reinó en su país por tanto tiempo. Bielsa se disculpó y, más delante de esa misma temporada, recibiría el guiño de la justicia. Su equipo dilapidaba sus chances de ascenso, justo frente a los de Lampard. Pero este desenlace no exitoso se debió, en parte, a la decisión noble tomada por Bielsa algunas fechas atrás. La inacción del Leeds United ante los jugadores del Aston Villa que definieron al gol con un arco vacío, enaltece el proceso que se esconde detrás un resultado demasiado sintético: “El Leeds United dilapidó sus chances de ascenso frente al Derby Country”. El resultado eclipsa el proceso.
La orden de Bielsa para que los suyos devolvieran la ventaja obtenida fuera del honor generó un impacto social que, al repasarlo, desnuda la miseria: un gesto de nobleza que fue considerado extraordinario. Quizás sea una verdad de Perogrullo, pero el impacto de la decisión de Bielsa nos recordó que la nobleza y el honor son especies en extinción.
La rebelión contra los códigos del fútbol, y contra el contrato implícito que conlleva adoptarlos, le implica a Bielsa aceptar el veredicto del juicio social. Si al caminar por la calle alguien le dice “loco”, él se da vuelta. Esa clasificación, que lo pone fuera de los estándares, no hace más que enaltecerlo en un marco determinado donde la cordura representa perversión. Donde la norma es rebobinar la cinta para oír mensajes satánicos, quien no tiene siquiera el cassette es juzgado loco.