Por el lProfesor Bernardo Villalba
Evocamos hoy el Bicentenario de la muerte de Manuel Belgrano, inmortalizado como el creador de nuestra Bandera nacional y una de las figuras más trascendentes de la historia argentina.
Evocar a Belgrano bajo el vuelo del paño celeste y blanco, que nos legó como símbolo de identidad y de libertad, representa la oportunidad de reflexionar sobre la vigencia de su pensamiento, la dimensión de su obra y la necesidad de actualizar sus valores cívicos y morales en nuestra vida como sociedad y como país.
Manuel Belgrano reunió y sintetizó en su trayectoria de hombre público distintas facetas que le otorgan un perfil de notable visionario y estadista, con ideas innovadoras basadas en sólidos fundamentos técnicos, filosóficos y políticos y dotados de una gran sensibilidad y profundo sentido humanista.
Su formación profesional en las Universidades de Salamanca y Valladolid coincidió con el clima de época de la Revolución Francesa y así tomó contacto con las ideas de Rousseau, Voltaire y Adam Smith, entre otros. Se interesó por la fisiocracia, que ponía el acento en la tierra como fuente de riqueza y por el liberalismo de Adam Smith que había escrito que “la riqueza de las naciones” estaba en el trabajo de sus habitantes y en la capacidad de transformar las materias primas en manufacturas. Belgrano pensó que ambas teorías eran complementarias en una tierra con tanta riqueza natural por explotar. En 1794, ya de regreso a Buenos Aires con el título de abogado y con el nombramiento de Primer Secretario del Consulado, Belgrano se propuso poner en práctica sus ideas. El Consulado era un organismo colonial dedicado a fomentar y controlar las actividades económicas. Fue un notable productor de la industria, creando la escuela de dibujo técnico, sentando las bases de la necesaria complementariedad entre las producciones pecuarias y agrarias. Daba consejos prácticos para el mejor rendimiento de la tierra y recomendaba el sistema que se usaba en Alemania, que hacía de los curas párrocos verdaderos guías de los agricultores. Criticaba a los comerciantes que tenían la exclusividad del comercio con España y llamaba a evitar “los grandes monopolios que se ejecutan en esta capital, por aquellos hombres que sólo aspiran a su interés particular, o nada les importa que la clase más útil al estado, la clase productiva, viva en la miseria y la desnudez que es consecuencia de estos procedimientos tan repugnantes a la naturaleza, y que la misma religión y las leyes detestan”.
En Memoria al Consulado de 1802 presentó un alegato industrialista, que hoy podríamos suscribir como sustento de una política de desarrollo sostenible:” Todas las naciones cultas se esmeran en que sus materias primas no salgan de sus estados a manufacturarse, y todo su empeño en conseguir, no sólo darles nueva forma, sino aun atraer las del extranjero para ejecutar lo mismo y después venderlas”. En palabras y conceptos actuales: incentivar la cadena de valor, darle valor agregado a nuestras producciones promoviendo la inversión genuina de capitales que permitan generar excedentes que puedan exportarse y crear un círculo virtuoso de producción y trabajo con la generación de riqueza y justicia distributiva que asegure el bienestar de los habitantes del país. Se opone al contrabando y a toda forma de corrupción, habla de los empresarios y funcionarios codiciosos que aceleran la destrucción del estado y sentencia:” Jamás han podido existir los Estados luego de que la corrupción ha llegado”.
Se trata de un pensamiento sabio, avanzado para la época, de una actualidad que asombra, admira y a la vez entristece, porque pasaron más de 200 años desde que fuera escrito y muchos de los problemas planteados por quien es considerado nuestro primer economista siguen esperando ser atendidos y encausados.
El pensamiento innovador y precursor de Manuel Belgrano hizo que fuera el primero en hablar del medio ambiente, alertando sobre la contaminación de los ríos y la necesidad de cuidar los suelos, propiciando la rotación e innovación de los cultivos. Fue también el primero en hablar de género en estas tierras proponiendo que la mujer acceda en igualdad de condiciones a todos los niveles de enseñanza; asimismo fue el primero que reclamó que se reserven asientos para niños negros y mulatos, a fin de que reciban instrucción común en las escuelas públicas.
Otro aporte extraordinario de Manuel Belgrano, poco conocido y de escaso reconocimiento, está relacionado con la Educación como política de Estado. En 1798 redactó lo que puede considerarse el primer proyecto de enseñanza estatal, gratuita y obligatoria presentado en lo que hoy es la Argentina. En él planteaba que era imposible mejorar las costumbres y “ahuyentar los vicios” sin educación, y proponía que los Cabildos creasen y mantuviesen con sus fondos escuelas “en todas las parroquias de sus respectivas jurisdicciones, y muy particularmente en la campaña”. Sostenía que era “de justicia” retribuir de este modo la contribución que, con sus impuestos, hacía la población para el sostenimiento del Estado.
Años después, dos meses antes de la Revolución de Mayo, expresaba:” ¿Cómo se quiere que los hombres tengan amor al trabajo, que haya ciudadanos honrados, que las virtudes ahuyenten los vicios y que el Gobierno reciba el fruto de sus cuidados, si no hay enseñanza, y si la ignorancia va pasando de generación en generación con mayores y más grandes aumentos?” Y agregaba:”Hubo un tiempo de desgracia para la humanidad en que se creía que debía mantenerse al Pueblo en la ignorancia, y por consiguiente en la pobreza, para conservarlo en el mayor grado de grado de sujeción”. Adhería y proponía así, una legislación que “proscriba” esa máxima injuriosa al género humano” y ponga escuelas de primeras letras costeadas por las Ciudades y Villas y, particularmente, en la Campaña y “obliguen los Jueces a los Padres que manden sus hijos a la escuela por todos los medios que la prudencia sea capaz de dictar”.
Indagar en la vida y la obra de Manuel Belgrano nos debe llevar a cuestionarnos sobre nuestro compromiso como argentinos en ejercer con responsabilidad los principios y valores que un verdadero ejemplo de patriotismo, un ilustre patriota, nos dejara como legado desde su palabra y desde su obra. Manuel Belgrano fue un verdadero ejemplo de coherencia: sus acciones, su testimonio de vida, se correspondieron con sus ideas. Esa trayectoria vital, que lo llevó de tener el privilegio de cursar estudios superiores en una de las Universidades más prestigiosas de Europa, de familia acomodada, a entregar su vida a la causa de la libertad, a la lucha por la dignidad, el progreso, la igualdad, hasta morir en la más absoluta pobreza y, peor aún, en un penoso olvido y abandono, es la que debemos hoy honrar y, al menos, intentar imitar en su grandeza y su humildad. Un hombre que tomó las armas y al hacerse “general” por servicio a la Patria, permitió borronear y diluir en la historia “oficial” su enorme estatura de intelectual y estadista cuyas ideas y demandas se nos presentan con notable actualidad.
Se expresan como una auténtica, real y genuina necesidad. Y exigen urgencia en su ejercicio y puesta en práctica, sin especulaciones, sin vacilaciones, sin mezquindades.
Hoy, a 200 años de su muerte, la real necesidad y urgencia es hacerlo presente a Manuel Belgrano en toda su dimensión, para de verdad homenajear y honrar su vida y su Obra; para que la Bandera, su Bandera, nuestra Bandera al ondear exprese sus valores, sus convicciones, su amor a la Patria.
Haremos Justicia honrándolo no sólo como el creador de la Bandera, sino como un precursor de la educación popular e impulsor de la economía y la industria nacional.
En su lecho de muerte, Manuel Belgrano pronunció “¡Ay, Patria mía!”, palabras de dolor y sufrimiento por su Patria, en tiempos de convulsiones y anarquía; pero también expresó un deseo, una esperanza, un sueño, que hoy debemos transformar en exigencia para cada uno de los argentinos: “Yo espero que los buenos ciudadanos de esta tierra trabajarán para remediar sus desgracias”.
200 años después debemos tomar su Bandera y recrearla cada día como símbolo genuino de libertad, de educación, de trabajo, de Fe y de virtud cívica, patriótica, republicana y democrática.
200 años después de aquel 20 de junio de 1820, Manuel Belgrano nos demanda, nos urge y nos convoca a la patriótica y gigantesca tarea de construir una Nación para que, al final de nuestros días, como a él, ni la Patria ni Dios puedan demandarnos.
Honor y reconocimiento eternos a Manuel Belgrano. ¡Viva la Patria!!!