En tiempos de enormes incertidumbres, debemos tener por lo menos una certeza, la de nuestros objetivos personales. Los cambios que surgieron, producto del avance de las telecomunicaciones, el modo de interpretar la información y la falta de cultura política, ponen en riesgo de manera permanente la objetividad de los hechos.
Los nuevos paradigmas de la cultura global, representada en dos corrientes de pensamientos marcan la debilidad de la comunidad internacional para abordar las temáticas que aquejan a las naciones subdesarrolladas en la actualidad. Por un lado, la ruptura del eurocentrismo y el positivismo; dando lugar a múltiples interpretaciones de la realidad, fortaleciendo principalmente en América Latina la cuestión del pensamiento “propio”. Por otro, el compromiso con las mayorías populares; y los procesos de cambios y/o profundizaciones de las políticas públicas; que indefectiblemente debe ser un eje de discusión o debate, en las naciones o regiones más pobres del planeta. Por eso, es estrictamente necesario un enfoque sistémico, multidisciplinario en todos los ámbitos de la sociedad; que responda a los intereses colectivos y establezca un marco de referencia para resolver y/o atender las prioridades de nuestra comunidad. De hecho, ampliar la convivencia democrática, por medio del diálogo como base para la construcción de consensos básicos sería una alternativa posible; dejando de lado metodologías rígidas, fanáticas, intolerantes y antidemocráticas; que solo dividen, condicionan y ponen en riesgo los valores del sistema político.
Por otro lado, los desafíos actuales deben estar enfocados en la reestructuración institucional, resguardando el marco de legalidad, estabilidad y confianza entre los decisores públicos y la ciudadanía. Por ende, la interpretación de la coyuntura política internacional por parte de nuestros dirigentes es crucial, porque establece un horizonte previsible y coherente; además de garantizar un proyecto participativo e integral, con la intervención plena de la ciudadanía en las leyes y en los objetivos fundamentales del estado, asegurando períodos de estabilidad política; que exceda los intereses particulares de cualquier coalición, frente electoral o partido político.
Es evidente que con este nivel de complejidad, caída en las expectativas y certezas tanto en neoliberales, socialdemócratas, conservadores o progresistas; es necesario pensar en una estrategia de desarrollo sustentable, armonizando las fuerzas productivas, alineando salarios, costos de producción de bienes y servicios; donde el estado a través de sus instrumentos garantice de manera contundente políticas restrictivas al salvajismo de la cultura capitalista y claramente especulativa.
Por lo tanto, transitar por el camino correcto requiere de esfuerzos políticos mediante mecanismos de cumplimiento efectivo, con una mirada global, priorizando los intereses regionales, que inaugure una nueva etapa histórica e inédita para las futuras generaciones de nuestro país y América latina.