La noticia de su muerte nos sorprendió: por inesperada e inexplicable. Nos dejó un dolor inmenso y un vacío enorme. Un instante eterno de conmoción e incredulidad. Una sensación de desamparo, porque cuando queríamos confirmar una noticia lo llamábamos a él y ahora, ¿qué hacemos ahora?
Es muy difícil encontrar las palabras justas, precisas, las más adecuadas para describir lo que representó para nosotros. Un hombre noble, generoso, amigo cordial. Siempre atento y dispuesto. Hablar con él era siempre una clase magistral. No importaba el tema o el motivo, cada palabra traía consigo la consigna inocentemente oculta de educar. Porque él era Maestro y siempre lo tenía presente. Le salía casi de manera natural.
Habrá sido por eso que al instante de contarle del proyecto de una escuela para formar profesionales para los medios se entusiasmó tanto como nosotros. Y desde ese instante no dejó de alentarnos y apoyarnos en todo, de manera desinteresada e incondicional. Más de quince años contando con su consejo y guía.
Coherente y consecuente, aún en tiempos difíciles donde hasta su vida estuvo en juego, defendió con dignidad los valores que demandaba la profesión periodística. Y por ello fue respetado y reconocido en la comunidad.
Tenía la humildad de los grandes, con su sencillez a cuestas siempre. Padre y esposo ejemplar. Amado por los suyos. Hoy llorado por muchos, por nosotros seguro.
Siempre nos quedará el ejemplo del trabajo abnegado y quizás sea así que debemos recordarlo: trabajando fuerte, educando con su ejemplo, transmitiendo a cada uno de nuestros alumnos la pasión que él ponía en el periodismo. Hoy lo despedimos con un gracias Miguel Ángel por todo lo que nos diste!