Hace un mes se estrenó Tigre Blanco, una película india-americana sobre el ascenso económico y social, el sistema de castas y la lucha de clases. El sueño de un hombre nacido para servir a sus “amos” y los desafíos de construir un destino elegido en un país de profundos contrastes. Rebeldía, ironía y venganza en una nota sin spoilers.
Películas de bailarinas envueltas en saris y bijou que cantan, bailan, ríen y lloran. Rodeadas de impactante color y de hombres carismáticos, abordan el drama, la comedia, el romance y el musical. Todo en el mismo film. Nada que ver con el formato de cine al que estamos acostumbrados.
Esta mezcla de géneros se llama masala cinema, la especialidad de la industria cinematográfica más productiva del mundo con más de mil películas anuales: Bollywood.
El nombre de masala se origina en una mezcla de especias muy popular en la India, en sus producciones se movilizan todas las emociones con humor, drama y giros inesperados.
Pero Tigre Blanco se aleja del estereotipo y muestra una poderosa historia que sucede en una India moderna y salvaje, donde la trama oculta un gran peso emocional.
Pasaje a la India
La película es una estricta crítica sobre la desigualdad presente en la India. La sociedad se divide principalmente en cuatro castas: los brahmanes (sacerdotes y maestros), los chatrías (políticos y soldados), los vaishias (comerciantes y artesanos) y los shudrás (esclavos, siervos y obreros).
Un joven empresario (Balram Halwai) cuenta su historia desde que es un niño de baja condición social, criado en la aldea de Laxmangarh y educado para servir, siendo uno de los pocos de su clase que leía, un rasgo que para su profesor era diferenciador: un tigre blanco, el más raro de los animales.
Su carácter inconformista y emprendedor, lo destacan como un raro espécimen: la ambición de crecer. Explica su realidad con la observación en su familia, analizando a los poderosos y especialmente lo motiva algo que ve en el mercado del pueblo. ¿Sueños de igualdad? ¿O simplemente de ser lo mismo, pero del otro lado del mostrador?
Balram dice: «En los viejos tiempos, cuando la India era la nación más rica de la Tierra (antes de los 200 años de dominio británico), había mil castas, en estos días solo hay dos».
Busco mi destino
Balram entiende tempranamente como hacerse un lugar. Con una mínima formación, es inteligente en el sentido callejero. La “universidad de la vida” lo adopta rápidamente. Con profunda determinación aprende un oficio y consigue un buen trabajo mintiendo, afirmando que ha tenido años de experiencia.
Pero un trabajo bien pago no significa bienestar. El dinero mantiene a las personas atrapadas en el sistema, donde reciben humillaciones constantemente por su rango de casta inferior.
A su alrededor, el crecimiento económico se produce en base a los avances de la tecnología, pero se aceita con corrupción y tráfico de influencias.
Balram dice: «Para los pobres, solo hay dos formas de llegar a la cima: el crimen o la política».
Conduciendo a Miss Pinky
Educada en Estados Unidos, de aspecto occidental, Pinky es una mujer que sobresale: usa pantalones y escotes. Muy distinta a las mujeres de su aldea, inalcanzable piensa Balram a quien su familia le busca esposa.
Pero la sociedad lo condena a ser sólo un sirviente y entonces se esfuerza por volverse imprescindible para sus jefes. El personal de servicio escucha todo. Lo que se habla en reuniones privadas, las debilidades de sus jefes, las vicisitudes de los patrones quienes viven en el lado luminoso mientras los más pobres sobreviven en la oscuridad.
Durante una noche de traición, se da cuenta también allí el hilo se corta por lo más delgado. A la hora de los problemas, son los más vulnerables los que siempre parecen culpables. Aunque no lo sean, son los que están en menos condiciones de defenderse, porque no pueden pagar buenos abogados y además porque simplemente no comprenden el sistema legal, sus vericuetos y consecuencias.
Balram dice: «La gente blanca está saliendo, se acabarán en el transcurso de nuestra vida, es el siglo del hombre marrón y amarillo, Dios salve al resto».
La luz y la oscuridad
Como muchas personas de los sectores más humildes, Balram proviene de donde solo hay basura, pobreza y no queda más que sobrevivir entre la sumisión y la resignación. Sabe, además que ningún cuento de hadas lo va a salvar, que no existe un programa de TV donde se pueda ganar un millón de rupias para escapar (en referencia a la multipremiada “Quien quiere ser millonario”, 2008).
Construir su propio destino es la única opción. Al borde de perderlo todo, Balram se revela ante el restrictivo y desigual sistema y se convierte en un nuevo tipo de amo.
Balram dice: “Los gallos en el gallinero ven y huelen la sangre. Saben que son los siguientes, pero no se rebelan”.
Un final abierto
Al terminar la película, después de dos horas que pasan volando, queda pensar en cuantos puntos en común existen entre ambos países, y cuántas diferencias.
India tiene actualmente más de 1.300 millones de habitantes, y se estima que sobrepasará a China en esta década. Sin embargo, India todavía sufre de problemas como los altos niveles de pobreza, analfabetismo, malnutrición, informalidad en el empleo y constantes violaciones de los derechos de las mujeres.
Durante el 2020, como consecuencia de la pandemia, India disminuyó un 10 % su PBI que no paraba de crecer. 400 millones de indios que viven del trabajo informal son considerados pobres, categoría difícil de medir por la matriz cultural y el sistema de castas. Un 40 % de ellos son indigentes. Y el 25 % son analfabetos, una de las tasas más altas del mundo.
En el otro extremo de su diversidad hay cantidad de millonarios, la elite de súper educados en universidades extranjeras y muy capacitados para los negocios. También en India está la segunda comunidad más grande de programadores después de los EEUU, radicados en Bangalore, el Silicon Valley local.
Disponible en Netflix, Tigre Blanco es una película que vale la pena ver.
Hasta que se pueda viajar y conocer el país de las vacas sagradas.